2 dic 2007
Cristina Kirchner
Cuando me crucé con ella en noviembre de 2005 en Mar del Plata, más que política me pareció ver a una personaje del espectáculo. Caminaba segura, recuerdo, con un traje blanco. Imponente. Una estrella de TV. Tipo Susana Giménez o Mirtha Legrand.
"Un saludo a todos los paraguayos, los quiero mucho", fue la corta frase que lanzó cuando le indiqué que era de Paraguay y que quería hacerle algunas preguntas. Su respuesta parecía, de nuevo, como la de una actriz o una cantante, la de una estrella de las que estamos acostumbrados a ver en la TV argentina.
Solo le faltaba levantar las manos y saludar a la gente, tipo miss. Ella solo reía y caminaba cada vez más fuerte para entrar al hotel donde su marido, Néstor Kirchner, era anfitrión de la Cumbre de las Américas, en la que -recuerdan- Bush salió perdiendo lejos al ser rechazada su propuesta del ALCA.
Era ella. Cristina Fernández de Kirchner. Dos años después se convirtió en presidenta de los argentinos. Ganó en primera vuelta, sin drama alguno. De aquella imagen de "estrella mediática" que me causó en la primera impresión, pasó a ser la Señora Presidenta de la Argentina.
Durante la campaña electoral que emprendió para las elecciones en su país, me interesó conocer más sobre ella, sobre todo porque aquí también ya se hablaba de la posibilidad de que una mujer sea la candidata del oficialismo ¿Un fenómeno femenino? ¿Quién es Cristina? ¿Es más que el marido? ¿Quién maneja el país, ella o Néstor? Hace unas semanas, a días de su victoria, tuve la ocasión de hablar en Buenos Aires con algunos amigos argentinos sobre el tema. Me aclararon las cosas.
Gabriel se mostró a favor de ella, Paz y Cecilia, en contra. Todos tenían argumentos muy válidos. Raro, ¿no? ¿Acaso las mujeres no tendrían que respaldarla? y, por "una cuestión de género", el varón cuestionarla o buscarle un lado oscuro. No. Era al revés. No tenía nada que ver con el género. Tenían diferentes visiones sobre ella, sobre la gestión de su esposo, sobre el futuro de Argentina. Ahora, sí coincidieron en algo. Cristina lleva bien puestos "los pantalones" cuando se trata de cuestiones políticas. Cómo le puede ir a Argentina con ella al frente, es otro tema, pero cómo llega a la presidencia pareciera ser un aspecto en el que una mayoría coincide: tiene peso propio. Claro, a su victoria, se le debe sumar el aparato estatal y la estructura del kirchnerismo que tuvo a gusto y paladar.
Antes de que su esposo sea presidente, Cristina ya era conocida como política. Ya tenía una fuerza política. Cuando de la mano de su marido llega a la Casa Rosada ella era Cristina de Kirchner. Cuando entra al ruedo presidencial empieza a ser de nuevo, por estrategia o por decisión propia, Cristina Fernández de Kirchner. Ella misma. Su campaña estuvo centrada precisamente en ella. Era vote por Cristina (Un ejemplo de cómo fue su estrategia comunicacional se puede apreciar en su sitio oficial www.cristina.com.ar)
Cristina fue la figura en los últimos días al reunirse con Nicanor en Yacyretá. Duarte Frutos estaba feliz. Como se esperaba, el jefe de Estado aprovechó la ocasión y, saliendo de todo protocolo, presentó a su candidata presidencial Blanca Ovelar a la electa presidenta argentina. Un gesto que de nuevo confirma que se ha perdido toda vergüenza a la hora de usar el aparato estatal para hacer campaña proselitista.
Desde que Blanca fue digitada como candidata del oficialismo, su mentor intentó mostrarla como una mujer igual a las que hoy están en el poder, como Bachelet en Chile o como Cristina en breve en Argentina, por citar dos jefas de Estado de nuestro continente. Hay diferencias, sin embargo.
Hagamos sólo una comparación entre Blanca y Cristina. Blanca no quiso ser, en principio, postulante presidencial, pero aceptó ser digitada, lo que le quita toda propiedad sobre su candidatura. Cristina siempre quiso llegar a donde llegó, y, claro, tiene peso propio. Además, es una estrella... política.
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